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martes, 1 de julio de 2014

La Leyenda de los Sentimientos de Mario Benedetti

EL AMOR Y LA LOCURA

Mario Benedetti

Cuentan que una vez se reunieron en algún lugar de la Tierra 
todos los sentimientos y cualidades de los seres humanos.

Cuando el Aburrimiento había bostezado por tercera vez,
la Locura, como siempre tan loca, les propuso: “¡Vamos a jugar al escondite!”.

La Intriga levantó la ceja intrigada 
y la Curiosidad, sin poder contenerse, le preguntó: “¿Al escondite? Y, ¿cómo es eso?”. 

“Es un juego —explicó la Locura— 
 en el que yo me tapo la cara y comienzo a contar desde uno hasta un millón, 
y, cuando yo haya terminado de contar, 
el primero de ustedes al que yo encuentre ocupará mi lugar para continuar el juego”.

El Entusiasmo bailó entusiasmado secundado por la Euforia
La Alegría dio tantos saltos que terminó convenciendo a la Duda
e incluso a la Apatía, a la que nunca le interesaba hacer nada.

Pero no todos querían participar. La Verdad prefirió no esconderse… ¿para qué? 
si al final siempre la hallaban. 
Y la Soberbia opinó que era un juego muy tonto 
(en realidad lo que le molestaba era que la idea no hubiese sido suya). 
 Y la Cobardía prefirió no arriesgarse.

“Uno, dos tres…”, comenzó a contar la Locura.

La primera en esconderse fue la Pereza. 
Como siempre tan perezosa se dejó caer tras la primera piedra del camino. 

 La Fe subió al cielo, 
y la Envidia se escondió tras la sombra del Triunfo 
que, con su propio esfuerzo, había logrado subir a la copa del árbol más alto. 

La Generosidad casi no alcanzó a esconderse, 
cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos. 
Que si un lago cristalino para la Belleza; 
que si una hendida en un árbol, perfecto para la Timidez; 
que si el vuelo de una mariposa, lo mejor para la Voluptuosidad; 
 que si una ráfaga de viento, magnífico para la Libertad;… 
 Y así terminó por acurrucarse en un rayito de sol.

El Egoísmo, en cambio, encontró un sitio muy bueno desde el principio: 
aireado, cómodo,… pero sólo para él. 

La Mentira se escondió en el fondo de los océanos 
(mentira, se escondió detrás del arco iris). 

La Pasión y el Deseo, en el centro de los volcanes. 

 El Olvido,… se me olvidó dónde se escondió el Olvido, 
pero eso no es lo más importante.

La Locura contaba ya novecientos noventa y nueve mil novecientos noventa y nueve…
 Y el Drogamor no había aún encontrado sitio para esconderse entre sus flores.

Un millón contó la Locura y comenzó a buscar.

La primera a la que encontró fue la Pereza,… a sólo tres pasos detrás de unas piedras. 

Después se escuchó la Fe discutiendo con Dios sobre Teología, 

y a la Pasión y el Deseo los sintió vibrar en los volcanes. 

En un descuido encontró a la Envidia y, claro, pudo deducir dónde estaba el Triunfo. 

Al Egoísmo no tuvo ni que buscarlo, él solo salió disparado de su escondite, 
que había resultado ser un nido de avispas. 

De tanto caminar sintió sed, y al acercarse al lago descubrió a la Belleza. 

Y con la Duda resultó más fácil todavía, 
pues la encontró sentada en una cerca sin decidir aún dónde esconderse. 

Así fue encontrando a todos. 
Al Talento entre la hierba fresca, 
a la Angustia en una oscura cueva, 
a la Mentira detrás del arco iris (mentira,… en el fondo del mar). 

Hasta el Olvido,… que ya se había olvidado que estaba jugando a las escondidas.

Pero, sólo el Amor no aparecía por ningún sitio.

La Locura buscó detrás de cada árbol, bajo cada arroyo del planeta, 
y en la cima de las montañas, y cuando estaba por darse por vencida divisó un rosal 
y pensó:
“El Amor, siempre tan cursi, seguro se escondió entre las rosas”. 

 Y tomando una horquilla comenzó a mover las ramas,… 
cuando de pronto se escuchó un doloroso grito… 

Las espinas habían herido los ojos del Amor, 
y la Locura no sabía qué hacer para disculparse. 
Lloró, rogó, pidió perdón y hasta prometió ser su lazarillo.

Desde entonces, desde que por primera vez se jugó en la Tierra al escondite, 
el Amor es ciego,… y la Locura siempre lo acompaña.


El Bambú Japonés -Cuento-

EL BAMBU JAPONÉS 


Fuente: http://isabelquiroz.wordpress.com/el-vuelo-del-halcon/
No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego.También es obvio que quien cultiva la tierra no se detiene impaciente frente a la semilla sembrada, y grita con todas sus fuerzas: ¡Crece, maldita sea!
Hay algo muy curioso que sucede con el bambú y que lo transforma en no apto para impacientes:
Siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente.

Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles.
Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de sólo seis semanas la planta de bambú crece
¡más de 30metros!
¿Tardó sólo seis semanas crecer?
No, la verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse.
Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después de siete años.
Sin embargo, en la vida cotidiana, muchas personas tratan de encontrar soluciones rápidas, triunfos apresurados, sin entender que el éxito es simplemente resultado del crecimiento interno y que éste requiere tiempo.
Quizás por la misma impaciencia, muchos de aquellos que aspiran a resultados en corto plazo, abandonan súbitamente justo cuando ya estaban a punto de conquistar la meta.
Es tarea difícil convencer al impaciente que sólo llegan al éxito aquellos que luchan en forma perseverante y saben esperar el momento adecuado.
De igual manera es necesario entender que en muchas ocasiones estaremos frente a situaciones en las que creemos que nada está sucediendo.
Y esto puede ser extremadamente frustrante.
En esos momentos (que todos tenemos), recordar el ciclo de maduración del bambú japonés, y aceptar que en tanto no bajemos los brazos -, ni abandonemos por no “ver” el resultado que esperamos-, si está sucediendo algo dentro nuestro: estamos creciendo, madurando.
Quienes no se dan por vencidos, van gradual e imperceptiblemente creando los hábitos y el temple que les permitirá sostener el éxito cuando éste al fin se materialice.
El triunfo no es más que un proceso que lleva tiempo y dedicación.
Un proceso que exige aprender nuevos hábitos y nos obliga a descartar otros.
Un proceso que exige cambios, acción y formidables dotes de paciencia.
Tiempo… Cómo nos cuestan las esperas, qué poco ejercitamos la paciencia en este mundo agitado en el que vivimos…
Apuramos a nuestros hijos en su crecimiento, apuramos al chofer del taxi… nosotros mismos hacemos las cosas apurados, no se sabe bien por qué…
Perdemos la fe cuando los resultados no se dan en el plazo que esperábamos, abandonamos nuestros sueños, nos generamos patologías que provienen de la ansiedad, del estrés…
¿Para qué?


Te propongo tratar de recuperar la perseverancia, la espera, la aceptación.
Si no consigues lo que anhelas, no desesperes…
quizá solo estés echando raíces….