La exposición a campos electromagnéticos no es un fenómeno nuevo. Sin embargo, en el siglo XX la exposición ambiental ha aumentado de forma continua conforme la creciente demanda de electricidad, el constante avance de las tecnologías y los cambios en los hábitos sociales han generado más y más fuentes artificiales de campos electromagnéticos. Todos estamos expuestos a una combinación compleja de campos eléctricos y magnéticos débiles, tanto en el hogar como en el trabajo, desde los que producen la generación y transmisión de electricidad, los electrodomésticos y los equipos industriales, a los producidos por las telecomunicaciones y la difusión de radio y televisión.
En el organismo se producen corrientes eléctricas minúsculas debidas a las reacciones químicas de las funciones corporales normales, incluso en ausencia de campos eléctricos externos. Por ejemplo, los nervios emiten señales mediante la transmisión de impulsos eléctricos. En la mayoría de las reacciones bioquímicas, desde la digestión a las actividades cerebrales, se produce una reorganización de partículas cargadas. Incluso el corazón presenta actividad eléctrica, que los médicos pueden detectar mediante los electrocardiogramas.
FUENTES
Los campos eléctricos y magnéticos son generados por fenómenos como el campo magnético terrestre y las tormentas eléctricas, o por el uso de la electricidad. Cuando esos campos no varían con el tiempo se dice que son estáticos y tienen una frecuencia de 0 Hz.
En la atmósfera, los campos eléctricos estáticos (también denominados campos electroestáticos) se producen de forma natural con tiempo despejado, pero sobre todo en presencia de nubes de tormenta. La fricción también puede separar las cargas positivas y negativas y generar campos electroestáticos de alta intensidad. La intensidad de un campo se mide en voltios por metro (V/m) o en kilovoltios por metro (kV/m). En la vida cotidiana podemos recibir descargas de chispas con objetos conectados a tierra o se nos puede erizar el cabello como resultado de la fricción, por ejemplo si caminamos sobre una alfombra. Otra fuente de campos electroestáticos es el uso de electricidad de corriente continua, por ejemplo, los sistemas ferroviarios que utilizan corriente continua y las pantallas de televisores y ordenadores con tubos de rayos catódicos.
Un campo magnético estático se mide en amperios por metro (A/m), pero suele expresarse en términos de la inducción magnética correspondiente, que se mide en teslas (T) o militeslas (mT). En la superficie de la Tierra, el campo geomagnético natural varía entre 0,035 y 0,07 mT; algunos animales son sensibles a él y lo utilizan para orientase. Los campos magnéticos estáticos antropogénicos se producen por la utilización de corriente continua, por ejemplo, en los trenes eléctricos o en procesos industriales como la producción de aluminio o la soldadura de gas. Estos campos pueden tener intensidades más de 1000 veces superiores a la del campo magnético natural.
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