Desde tiempos remotos es conocido el efecto nocivo sobre la salud física o psíquica que ejercen ciertos vientos, cuya característica peculiar ha podido establecerse en un exceso de cargas eléctricas y de iones cargados positivamente.
"No pronunciarás ninguna sentencia de muerte cuando sople el Sharav", se lee en el Talmud.
Cuando en Ginebra y otras ciudades de Europa Central sopla el Foehn (llamado "Viento de las Brujas"), se desencadenan riñas en los hogares, suicidios y asesinatos, y se registra un mayor número de accidentes de tráfico; inclusive, algunos cirujanos retrasan las operaciones si se anuncia la aparición del Foehn.
Así mismo, algunos otros vientos tienen mala fama. Los vientos Chinook, en las Montañas Rocosas; el Santa Ana de California; el Siroco en Italia; el Mistral en la Costa Azul; la Tramontana en Cataluña; el Poniente en Levante o el Sur en Cantabria. De igual forma, los fenómenos meteorológicos como tornados, ciclones y huracanes que periódicamente azotan las zonas costeras de América y del Caribe, son otras manifestaciones de dichos vientos.
Existe una característica común a todos estos vientos: su enorme carga eléctrica positiva o el predominio de iones positivos (+) con respecto a los iones negativos (-); pero este desequilibrio iónico también lo hallamos permanentemente en el interior de industrias, viviendas y oficinas. Existe una gran cantidad de elementos y situaciones que vician el aire y que, sobre todo, reducen de forma alarmante la concentración de iones negativos, altamente favorables para la salud.
Algunos ejemplos típicos de estas situaciones y/o elementos se encuentran a menudo en locales habitados o frecuentados por un gran número de personas, salas de espera gimnasios; además, en deficiente ventilación, el empleo del aire acondicionado, la calefacción, el humo del tabaco, la contaminación del aire, los terminales de vídeo, la televisión, las computadoras, los pararrayos radiactivos, las centrales nucleares, las líneas de alta tensión, los transformadores, el uso de materiales sintéticos y fibras que generan grandes cargas electrostáticas, las instalaciones eléctricas de las edificaciones y todos los aparatos electrodomés-ticos, así como algunos materiales de construcción - cemento, gres - que emiten partículas cargadas positivamente (+) o ciertas dosis de radiactividad ligeramente ionizante, especialmente en ambientes cerrados.
En la naturaleza, no sólo los vientos generan iones positivos; se ha demostrado que todos estos dispositivos eléctricos y situaciones varias generan grandes concentraciones de iones positivos (+), altamente perjudiciales para la salud.
Entre los muchos trastornos orgánicos que los investigadores han podido relacionar con el exceso de iones positivos (+) se destacan los dolores corporales, las jaquecas acompañadas de náuseas, los vahídos, las contracciones nerviosas de los ojos con irritación de los mismos, la fatiga desmesurada, los desvanecimientos, los desequilibrios salinos (Calcio - Magnesio), la acumulación de agua, las dificultades respiratorias, las alergias y asmas, los problemas cardíacos y circulatorios, la baja presión sanguínea, la pérdida de reflejos, la mayor sensibilidad al dolor, las inflamaciones, las hemorragias, las embolias pulmonares, las trombosis, y la hipersecreción de serotonina (hormona del estrés), entre otros, con todas las consecuencias y problemas que de ellos se derivan.
También están relacionadas con el exceso de ionización positiva en el aire, algunas afecciones psicológicas como el desequilibrio emocional, la irritabilidad, la indiferencia vital y la apatía, el estado meditativo y ausente, el agotamiento, el bajo rendimiento académico y laboral, la depresión, el mayor índice de intentos de suicidio, la ansiedad, y cierta inducción a la drogadicción.
Todos estos trastornos - catalogados como subjetivos - son difíciles de estudiar y correlacionar, pero no deja de sorprender que sean comunes para la mayoría de las personas que permanecen o viven en zonas o locales con elevadas ionizaciones positivas (+).Ahora sí, seguramente, empezaremos a encontrar respuestas a esos grandes interrogantes que hemos llevado por mucho tiempo y que, tal vez nunca habíamos podido dilucidar. ¿Por qué a veces llego tan cansado a casa después de una jornada laboral normal? Por qué me irrito tan fácilmente en algunas ocasiones? Por qué algunos lugares o ambientes (oficinas, salas de espera, etc.) me producen tanto estrés? Por qué me deprimo?, etc.
Son interrogantes que, tal vez, nunca los hemos podido responder de una manera lógica. Pero la explicación puede ser tan sencilla que parecería increíble: ALTAS CONCENTRACIONES DE IONES POSITIVOS EN EL AIRE QUE RESPIRAMOS.
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